En una época donde la moda rápida impone tendencias y medidas imposibles, Lorena Mancilla, una emprendedora, decidió desafiar el sistema y devolverle a la ropa su verdadero poder: expresar identidad. Hablamos con la creadora de Academia Terciopelo, una iniciativa que no solo enseña a coser, sino que transforma vidas a través del oficio textil.
¿Qué fue lo que te inspiró a emprender enseñando confección de ropa y no solo dedicarte a vender tus prendas?
La verdad es que amo crear y diseñar prendas únicas. Desde siempre soñé con ver a otras mujeres llevando mis diseños, y lo logré. Pero con el tiempo noté algo que me removió: muchas mujeres estaban acomplejadas por los estereotipos impuestos por las redes sociales, la industria del retail que nos uniforma cada temporada, y un tallaje que no refleja la realidad. Entonces decidí ir más allá: enseñar. Quería inspirarlas, motivarlas y acompañarlas para que ellas mismas pudieran crear su ropa sin miedo ni frustraciones. Así nació Academia Terciopelo, un espacio donde puse todo mi conocimiento y experiencia al servicio de quienes desean aprender este hermoso oficio.
¿Cómo diste los primeros pasos para transformar tu conocimiento en un negocio rentable?
Ser emprendedora no es fácil. Al principio todo fue muy intuitivo, pero el contacto directo con mujeres me permitió conocer sus miedos, sus sueños, y lo que realmente necesitaban. Después me capacité para poder estructurar mi negocio, invertir en herramientas y, sobre todo, confiar en mí y en el valor de mi experiencia. No se trata de suerte, sino de avanzar paso a paso. Lo que ha hecho rentable el proyecto es que las personas sienten que mi intención de acompañarlas es genuina.
¿Cuál ha sido el mayor desafío que has enfrentado como emprendedora?
Reinventarme dentro del rubro textil ha sido un gran reto. También me costó mucho hablar frente a la cámara para las redes sociales, pero lo superé recordando siempre mi propósito. Otro gran desafío fue delegar, especialmente temas contables y administrativos. Pero entendí que para enfocarme en enseñar —que es lo que amo y para lo que estoy aquí— tenía que aprender a soltar.
¿Qué estrategias usaste para atraer a tus primeras alumnas?
Primero lo compartí con mi círculo cercano: familia y amigos. Luego, empecé a contarlo en redes sociales. Creé una cuenta exclusiva para la academia, invertí en publicidad y poco a poco llegaron las primeras alumnas. Hoy sigo mostrando todo el proceso detrás de cámaras, y eso conecta mucho. Las personas se motivan al ver lo real del camino y terminan sumándose a las clases.
¿Cómo organizas tu tiempo entre contenido, clases y gestión?
Se dice que creatividad y organización no van de la mano, pero en mi caso he tenido que aprender a ser organizada con el tiempo. El contenido se planifica con días específicos para grabar y editar. Las clases se organizan según los horarios de las alumnas: en la mañana, cuando las mamás dejan a sus hijos en el colegio; en la tarde, después del trabajo; y los sábados también. En los espacios libres planifico los futuros cursos del año. Todo tiene un orden que me permite ofrecer un servicio profesional y cercano.
¿Qué te ha enseñado este camino en el rubro textil?
Que la ropa habla de ti. Expresa quién eres, quién quieres ser, construye identidad. Y si además sabes confeccionarla, tienes en tus manos una herramienta poderosa.
¿Qué consejo darías a una mujer que quiere emprender desde su talento pero no se atreve a empezar?
Que se levante por la mañana y lo haga. No espere el momento perfecto, porque nunca llegará. El momento es ahora. Confía en ti, en tu talento y en lo que puedes aportar. Si tú no lo haces, no esperes que los demás lo hagan por ti.
Academia Terciopelo se ha convertido en mucho más que una escuela de costura: es una comunidad donde mujeres se reconectan con su creatividad, autoestima y autonomía. Un espacio donde el hilo que une no solo es textil, sino también emocional.