El fenómeno climático de La Niña aún no se ha desarrollado por completo, según el más reciente informe de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), pero ya se ha iniciado la transición hacia su establecimiento. Los expertos predicen que este fenómeno, que suele traer consigo períodos de sequía y bajas temperaturas, podría consolidarse entre los meses de octubre y noviembre de 2024, con una probabilidad del 71%. Este cambio climático podría prolongarse hasta los primeros meses de 2025, afectando considerablemente distintas regiones del mundo, especialmente Sudamérica, que ya enfrenta sequías históricas.
La Niña forma parte del ciclo El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), y se caracteriza por un enfriamiento de la temperatura superficial del océano Pacífico ecuatorial. Su contraparte, El Niño, provoca el fenómeno contrario, con un calentamiento de las aguas oceánicas. Actualmente, según la NOAA, el Índice Niño Oceánico (ONI) ha registrado temperaturas cercanas al promedio en algunas zonas del Pacífico, pero las aguas en la región central-oriental están comenzando a enfriarse, lo que indica la formación de La Niña.
Aunque el fenómeno está avanzando lentamente, los científicos han advertido que su impacto será moderado. Las temperaturas en algunas áreas del Pacífico siguen por encima de la media, lo que contribuye a la incertidumbre sobre la magnitud del fenómeno. Además, el cambio climático y el calentamiento global han complicado las predicciones climáticas, ya que las alteraciones atmosféricas y los patrones climáticos no siguen comportamientos predecibles. Esto ha generado preocupación en la comunidad científica, que advierte sobre los posibles efectos desiguales en distintas partes del mundo.
En términos climáticos, La Niña suele reducir las precipitaciones en áreas que fueron afectadas por intensas lluvias durante El Niño, y provoca sequías en regiones vulnerables, como Chile y otras partes de Sudamérica. En esas áreas, las temperaturas suelen bajar y las lluvias disminuyen, acentuando las sequías ya presentes. Por otro lado, países que han tenido escasez de lluvias durante El Niño podrían experimentar un aumento en la precipitación.
La NOAA ha advertido que, aunque se espera una versión débil y de corta duración de La Niña, los efectos en cada región aún son inciertos. El impacto del fenómeno también podría ser significativo en la agricultura de países como Argentina, Brasil y Colombia, cuya economía depende en gran parte de las cosechas. La alteración de los patrones de lluvia y temperatura podría dañar cultivos y afectar a las personas más vulnerables en esos países.
La comunidad científica sigue atenta al desarrollo de La Niña, monitoreando las temperaturas del océano y la atmósfera para prever su fuerza y sus efectos. Sin embargo, la interacción entre el fenómeno y el calentamiento global complica los pronósticos, generando inquietud sobre cómo afectará al clima global en los próximos meses.