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Trastorno de Déficit Atencional, Mitos y Malos Entendidos.

de Primera Fuente
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Por
Ps. Lic. Joshua A. Pottstock T.

Por Ps. Lic. Joshua A. Pottstock T.

La percepción pública del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDA/H) está repleta de mitos, conceptos e información erróneos sobre la índole, el curso y el tratamiento del trastorno. Da acuerdo con los conceptos populares erróneos, el TDA/H no es un trastorno o, al menos, es benigno y se diagnostica en exceso. Con frecuencia, los críticos aseguran que a los niños se los medica innecesariamente cuando los padres no han logrado controlar a sus hijos
desobedientes, desmotivados o de menor rendimiento, o que procuran una ventaja académica(por ejemplo, exámenes o ubicación en el salón de clases) en ambientes educativos competitivos de mucha exigencia. Algunos sugieren que «una intolerancia creciente a la naturaleza juguetona de los niños en realidad podría estar llevando a que se considere que
cada vez más niños tienen TDA/H» (Panksepp, 1998, p. 91). Rara vez, los críticos presentan
argumentos basados en pruebas reales y con frecuencia alegan que los profesionales están
perjudicando a niños, por lo demás normales, al diagnosticar y tratar el TDA/H.
Mito # 1: El TDA/H no es un trastorno real:
Es una afirmación frecuente entre quienes consideran que la comunidad de psiquiatras y
psicólogos, en complicidad con los laboratorios farmacéuticos, creó el TDA/H para mejorar el
negocio de los consultorios privados y para aumentar las ganancias de los laboratorios. Según
National Institutes of Health, el ministro de salud de los Estados Unidos y una comunidad
internacional de investigadores clínicos, psiquiatras y médicos, el consenso general es que el
TDA/H es un trastorno válido que tiene consecuencias graves para toda la vida (NIH, 2000;
Informe del ministro de salud de los Estados Unidos, 2001). Los estudios de los últimos 100
años demuestran que el TDA/H es un trastorno crónico que tiene efectos negativos sobre casi
todos los aspectos del funcionamiento social, emocional, académico y laboral diario (Barkley,
1998). Algunos estudios señalan que los niños con TDA/H presentan índices más elevados de
otros trastornos psiquiátricos, mayor frecuencia de hospitalizaciones, más visitas a la sala de
emergencia y mayores costos médicos totales que los que no padecen TDA/H (Liebson et al.,
2001).
Cuando llegan a la adolescencia, los niños con TDA/H son más propensos a abandonar la
escuela, no terminar la universidad, tener menos amigos y participar de actividades antisociales
que los niños que no padecen TDA/H. Los índices de uso de cigarrillos, alcohol y marihuana
aparecen con mayor frecuencia entre los que padecen TDA/H y trastornos de la conducta, y
fueron entre dos y cinco veces más frecuentes que en los adolescentes que padecían
solamente TDA/H o los que no lo padecían. Más adelante, los adultos con TDA/H tienen
dificultades relacionadas con el empleo, padecen depresión y trastornos de la personalidad,
tienen múltiples accidentes automovilísticos y altos índices de enfermedades de transmisión
sexual y embarazo en la adolescencia en comparación con los que no padecen TDA/H.
Mito # 2: El TDA/H es un trastorno de la infancia:
En un principio, se pensaba que el TDA/H era un trastorno que podía superarse con el
crecimiento. Este concepto se ha eliminado gracias a estudios a largo plazo que señalan que
entre el 70 y el 80 por ciento de los niños con TDA/H exhiben señales significativas de
agitación y distracción hasta bien entrada la adolescencia y al principio de la adultez, mientras
que un porcentaje significativo padece trastornos psiquiátricos co-mórbidos, fracasos
académicos, aislamiento social y/o rechazo.
Mito # 3: El TDA/H diagnostica en exceso:
Los críticos aseveran que el TDA/H se diagnostica en exceso y que muchos niños a los que se
les ha diagnosticado el trastorno en realidad no lo padecen. A pesar de estas aseveraciones,
es difícil encontrar pruebas de que se esté diagnosticando en exceso el TDA/H o de que se
estén recetando medicamentos estimulantes en exceso (Jensen et al., 1999). Además, Jensen
et al. (1999) sugieren que «en algunos casos, es posible que el TDA/H no se diagnostique y/o
trate» (p. 798). Aunque se trata de un problema complejo, los índices de prevalencia del TDA/H
van del dos al nueve por ciento (Barkley, 1998). Los índices varían de acuerdo con las escalas
de calificación utilizadas, los criterios para el diagnóstico, el uso de puntuaciones de límite y los
cambios en los criterios de diagnóstico. Los índices de prevalencia aumentaron cuando el
TDA/H, sobre todo el de tipo predominantemente inatento (TDA/H-PI), se agregó al DSM-IV
(Wolraich et al., 1996).
Mito # 4: Los niños con TDA/H están medicados en exceso:
Aunque se ha registrado un incremento en el índice de recetas de estimulantes y en la
producción de metilfenidato, «es poco lo que se sabe acerca de por qué ocurren estos
aumentos» (Jensen et al., 1999, p. 797). «La mayoría de los investigadores consideran que gran
parte del aumento en el uso de estimulantes refleja un mejor diagnóstico y un tratamiento más
eficaz para un trastorno prevalente». (Informe del ministro de salud, 2001, p. 149). Otros
sugieren que los cambios podrían ser en función del aumento en los índices de recetas para
las niñas y los adolescentes con TDA/H (Safer, 2000). El porcentaje de niños que reciben
medicamentos de cualquier tipo es reducido. Goldman et al. (1998) informaron que el 2,8 por
ciento de los niños de escuela primaria estaban medicados y que los estimulantes
representaban el 99 por ciento de los medicamentos recetados. De modo que a pesar de que
se ha incrementado la cantidad de recetas, se informa un índice general relativamente bajo de
uso de estimulantes en los niños de edad escolar.
Mito # 5: Educar mal a los hijos provoca TDA/H:
Este concepto erróneo podría ser el más difícil de aclarar porque las características del estilo
de educación de los hijos (por ejemplo, ser crítico, autoritario o negativo) y el mal manejo sí
exacerban el TDA/H y aumentan el riesgo de trastornos co-mórbidos (como oposición
desafiante y trastornos de la conducta; Barkley, 1998). Dos estudios simultáneos sobre el papel
de los factores ambientales (como los estilos de educación de los hijos, la psicopatología de los
padres) concluyen que los factores genéticos, y no un ambiente compartido, dan cuenta de la
mayor discrepancia en los síntomas del TDA/H (aproximadamente el 80 por ciento; Goodman &
Stevenson, 1989). Aunque las dificultades de el manejo influyen sobre los conflictos entre
padres e hijos y el mantenimiento de la hiperactividad y los problemas de oposición de los
niños pequeños (Barkley et al., 1990), Barkley (1998) concluye que «las teorías de causalidad
del TDA/H ya no pueden basarse solamente y ni siquiera primariamente en factores sociales,
como las características de los padres, su capacidad como cuidadores, de manejo de sus hijos
u otros factores del ambiente familiar».
Mito # 6: Las niñas tienen niveles más bajos y menos graves de TDA/H que los niños:
Según el Informe del ministro de salud sobre la salud mental de 2001, es menos probable que
se diagnostique y se ofrezca un tratamiento para el TDA/H a las niñas, en comparación con los
niños, independientemente de la necesidad. Gaub y Carlson (1997) hallaron que las niñas con
TDA/H tenían mayor deficiencia intelectual, pero niveles más bajos de hiperactividad y de
exteriorización de los trastornos en comparación con los niños. Las niñas que padecen TDA/H
presentan trastornos de interiorización más graves que los niños y ambos presentan más
similitudes que diferencias en lo que respecta a los síntomas y las necesidades de tratamiento.
Como darnos cuenta que estamos frente a un niño(a) con TDA/H:
Determinar si un niño tiene el TDA/H es muy difícil para los padres porque todos los niños en
algún momento pueden estar distraídos (inatención), pueden exhibir demasiada actividad física
(hiperactividad) y/o actuar de repente sin pensar en las consecuencias (impulsividad). En niños
con el TDA/H, algunos de los síntomas deben comenzar antes de los siete años de edad y
deben suceder con más frecuencia y severidad que en otros niños de la misma edad. Los
síntomas no se presentan durante el curso de otro trastorno ni son el resultado de otra
enfermedad mental. Además, los síntomas deben crear dificultades en por lo menos dos
aspectos de la vida social del niño, por ejemplo en la escuela y en el hogar. Para ser
diagnosticado con TDA/H, los niños deben exhibir seis de los nueve síntomas propuesto por el
DSM-IV-TR. Pero de cualquier modo se hace indispensable el diagnostico adecuado de un
profesional competente.
¿Qué podemos hacer como familia para enfrentar esta situación?
• Estimular y reforzar sus pequeños logros no así sus conductas impulsivas y explosivas.
• No prometa lo que no va a cumplir, por lo tanto, frente a las conductas de
desobediencia y de agresión hacia terceros, usted debe advertir una sola vez y
castigue a la siguiente.
• Realizar correcciones desde el «hacer» y no desde el «ser», pues desde el «ser» el
niño se siente disminuido, negado y deprivado intelectualmente. Ayuda mucho y amplía
la inteligencia la corrección que va al «hacer», ejemplo: Es incorrecto decirle: «¡Tú
«eres» un niño desordenado!». Positivo resulta decirle: «Lo que tú estas «haciendo» es
incorrecto!».
• Identificar y fortalecer sus potencialidades, o sea buscar lo positivo de él y no tanto lo
negativo.
• Evitar la crítica negativa, generalizada y descalificadora pues estas aumentan su
irritabilidad y mal comportamiento.
• Utilizar la autoridad de forma asertiva, lo que implica decir «no» cuando el niñ@ pide o
exige cosas poco razonables y expresar esas órdenes de manera clara, precisa y
razonada.
• Potenciar los lazos afectivos familiares con miras a fortalecer su seguridad y
autoestima.
• Entregar cotidianamente funciones y responsabilidades hogareñas de acuerdo a su
edad y rol como estudiante.
• Contribuir a la disminución de sus episodios impulsivos y de pataletas a través de:
• Evitar referirse a él de forma peyorativa en sus conductas.
• Evitar burlas a sus errores.
• Evitar comparaciones con otr@s niñ@s de mejor conducta.
• Ser indiferente frente a sus pataletas siendo tolerante en el tiempo esperando que
esta pase por si sola. El llamarle la atención en plena rabieta sólo hace que ésta
aumente y se refuerce hasta lograr el objetivo.

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